eSports en la República Dominicana: cuando el juego empieza a ponerse serio

por Viena Divaluna


El “Game Over Tournament 2018”, la primera parada oficial en Latinoamérica del Capcom Pro Tour, que es uno de los principales torneos de la liga profesional de videojuegos de lucha, se celebró este fin de semana en Santo Domingo.

“El Michael Jordan de los videojuegos”, le decían. Un apodo que no tenía que ver con baloncesto, encestar pelotas, estatura, color de piel ni escasez de cabello; pero con él definían en 1997 a Dennis Fong. ¿Y ese quién es? Un californiano que ganó todos los torneos de una serie de juegos electrónicos y por ello, primero se ganó un peculiar Ferrari, tras una competencia; y luego, entró al libro Guinness como “el primer jugador profesional de videojuegos de la historia”.

Dos décadas más tarde, y a 12 horas y 30 minutos de distancia de un vuelo de avión, en Santo Domingo se celebraba en el Centro de Convenciones del Ministerio de Relaciones Exteriores (MIREX), la tercera edición del “Game Over Tournament 2018 (GOT)”; un evento dedicado y diseñado para la comunidad nacional de videojugadores profesionales, enfocados a los deportes electrónicos (eSports).

Así, aunque Fong no nació en la República Dominicana; tal vez nunca en su vida haya visto un sancocho e ignore las vibraciones sensoriales que otorga bailar un buen merengue; su proeza, sin saberlo y de alguna manera, estuvo conectada y abriendo caminos a gente de esta isla.

Desde esa época, finales de los 90’s, cuando los cibercafés eran los que ofrecían la mejor conexión a Internet en el país, sin el molestoso ruido del ‘dial-up’; se estaba formando una sociedad de videojugadores que en la actualidad es de unos 200 mil, según un censo online realizado en 2014 por la misma comunidad ‘gamer’.

De 4 años para acá, es mucho lo que ha llovido en las calles dominicanas. Y sobre el asfalto seco o mojado, hay 80 mil jugadores activos. No se han dado cifras oficiales, pero esos números sirven para que cualquier cabeza forme un parámetro.

Por eso no sorprende que, durante dos días, sábado 28 y domingo 29 de abril, más de 200 participantes y acompañantes les importara poco que fuera fin de semana largo y evadieran hacer cosas propias de los dominicanos cuando el descanso se extiende más de dos días. Desde las 9:00 de la mañana y hasta las 10:00 de la noche, sustituyeron el sol propio de nuestras playas por estar ante un escenario bajo las luces una pantalla LED. Intercambiaron la vista de un paisaje con palmeras, por ver enfrentadas dos mesas que situaban frente a frente los oponentes; dejaron de ver un posible partido de dominó con las olas de fondo, por ver a esos dominicanos canalizando todas sus energías mentales mediante sus dedos, presionando las teclas de un control.

Lo que pasó allí era simplemente imposible de creer para más de la mitad de la población dominicana, que consideran los videojuegos un pasatiempo en donde se desperdician las horas. Nervios aquí, sudores allá, un público casi enteramente masculino en suspenso… y de repente, ¡pum! Se vio en pantalla que uno de los personajes mandó a volar de una trompada a otro. Ese solo movimiento bastó para que los presentes dejaran sus asientos vacíos… brincaran, celebraran, vociferaran, se abrazaran unos con otros, agitaran los puños en el aire, caminaran de un lado a otro y, al final, cuando volvieron a sus sillas, no fue para sentarse. Las usaron para hacer porra. ¡Dios mío!

La escena solo demostraba una cosa: el mercado de videojuegos local ya no es juego. Es un negocio. Una oportunidad de ganarse la vida, otra forma moderna de poner la República Dominicana en alto.

¿Lo mejor? República Dominicana no se queda atrás; y el GOT tampoco lo hacía. En el salón, iluminado por luces de tono azulosas como si fuera una escena de Avatar, se comprobaban las razones por las que luchar en un videojuego era comparado con competir en cualquier disciplina deportiva. Si observabas bien a los jugadores y sus movidas en los torneos Injustice 2, Dragon Ball Fighter Z, Street Fighter V Arcade Edition y Super Smash Bros sabías que venían de superar duras rutinas de entrenamiento y que, sin duda, tenían el estómago tenso como cara de presentadora a la que no le cabe una inyección más de bótox. Estaban bajo el estrés que genera una competencia. Sus reflejos, precisión, velocidad de respuesta, sudores bajo acondicionador de aire, equilibrio al sentarse y seguramente uno que otro calambre, te contaban sin palabras una historia llena de entrenamiento y agotamiento físico y mental. Igual que cualquier otro deporte.


Además, como todo evento deportivo que se llena de estrellas, GOT tenía entre sus invitados al chino-estadounidense Justin Wong, nueve veces campeón del evento anual “Evolution Championship Series”, también conocido como "EVO". Pero, más que eso, también tenían en vivo y directo al jugador que es ahora mismo la musa nacional de todo el que juega “en el patio”: Saúl Mena, dominicano y campeón de la Capcom Pro Tour 2017; torneo en el que venció a los mejores del mundo en el videojuego Street Fighter y se llevó de un fuetazo la suma de 250 mil de los verdes, con solo 18 años. ¡Premio mayor! ¡12 millones de pesos! Quemándose las pestañas de otro modo, que no era yendo a la universidad. Estaba ahí, sentado, compitiendo en el GOT, apoyando a los que vienen como él de sectores populares como el María Auxiliadora, con el sueño impregnado entre los dedos. Pero Mena no era la única representación de la bandera tricolor. 

Esta isla cuenta con más de 6 atletas de alto rendimiento en los eSports dentro del ranking mundial; entre ellos, DR Ray y Cristhopher "Caba" Rodríguez, también jugadores competitivos como resultado de la popularidad del juego, quienes también se acomodaron en los sillones del GOT. Haciéndolo, brindaban al país una imagen esperanzadora de que ese número de deportistas electrónicos locales puede duplicarse.

El informe dado por la Dirección General de Aduanas, entre 2015 y octubre de 2017, también lo confirma de forma tajante: se han importado 243,847 unidades de videoconsolas y máquinas de videojuegos, equivalentes a más de 78 millones 200 mil pesos, para ser utilizados en juegos como Call of Duty, Street Fighter, Gear of Wars, Injustice y otros. Lo que se traduce a más entrenamiento y al nacimiento de nuevos talentos criollos.

Es más, nadie sabe si de ahí surja la posibilidad de que alguno sea la próxima figura de Twitch, una plataforma que se ha convertido en el foro para ver a los jugadores en línea; donde mientras medio país duerme, jugadores número uno como el conocido Ninja están rompiendo récord de audiencia, victorias y seguidores. Al tiempo que lo hace, se escucha imaginariamente el sonido de una caja registradora clin, clin, clin. Es la fanfarria de cómo entran a su cuenta medio millón de dólares al mes. Uf.

En esta competencia, Chris Tatarian obtuvo el primer lugar con un trofeo, RD$50,000 en efectivo y el espaldarazo de 12 marcas dominicanas; entre ellas, la del Banco Popular Dominicana, patrocinador oficial. Nada mal, si comparamos que eso es lo que se puede ganar un profesional de mando medio al mes.

Después de GOT, ya los jugadores locales tienen marcados en el calendario colgado detrás de la puerta de sus habitaciones las próximas competencias. Algunas de ellas, el Fighting Fest, el 29 y 30 de septiembre; y el Paradise Con, un tributo a la cultura “geek” que será realizado en octubre. Otros que vienen, aún sin fecha exacta anunciada son Fifa, Mafuba y Road to EVO. Los dos últimos, con el fin de llevar a varios ganadores a Las Vegas y, ojo, no precisamente a jugar en casinos. Obvio.

Todos estos eventos son ejemplo de que la industria de los deportes electrónicos nacional es un negocio en alza, que puede ser parte de los 1.5 mil millones de dólares que mueve la industria de los deportes electrónicos a nivel global; tal y como señala Dot eSports, medio líder en cobertura de juegos competitivos.

Pero más que eso, montajes tipo GOT pueden ser el trampolín de aquellos que sueñan a pulso de ratón, sentados en sillones acolchados esperando emplear la mejor estrategia de juego y de su vida: destacarse, teniendo en sus manos -literalmente- el control de su futuro.